A París en moto (III): de Alicante a Huesca

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A París en moto (I)

A París en moto (II)

SALIDA DESDE ALICANTE

Llega el día 1 de septiembre, por fin llega el día de la salida. Es una sensación de ilusión y preocupación a partes iguales. La verdad es que esta noche he dormido bien, extrañamente bien. Me levanto sin problemas, y el primer café de la mañana ya termina de despejarme, hoy es una de las etapas más largas, más de 650 km., ya que prefería meterme mayor atracón en distancia al principio, pasando territorio español como etapas de trámite: aparte de que lo conozco mucho mejor, tendré más oportunidades de recorrerlo en otros momentos.

img_20160919_153349Así, preparo todo el equipaje prestando especial atención a que el rack pack quede bien sujeto con las correas. Recomiendo sin lugar a dudas las ROCK STRAP IT; ya te anticipo que en todo el viaje el macuto no se movió un solo milímetro, además de que siendo elásticas (en parte) me dieron mucha más facilidad para poner y quitar el mismo. Como la G 650 GS tiene muchos asideros en la parte trasera, las engancho con suma facilidad tensando todo lo que puedo.

Ahora sí que ya está todo listo, no hay vuelta atrás y a pesar de la cara descompuesta de mi mujer, que está padeciendo lo que no está escrito, debo arrancar. Para mí tampoco es un momento fácil y me hace sentir en cierto modo egoísta, convirtiendo lo que podría ser un apacible viaje familiar en la aventura de un lunático cabezota. Además, me empiezan a asaltar las dudas fatalistas de siempre… ¿y si es la última vez que la veo a ella y a los niños?, ¿será esta nuestra despedida? Mejor cortar de raíz esto, así que prefiero mirar hacia delante, tranquilizarla y con la mejor de mis sonrisas decirle que nos vemos todos en Disney dentro de 4 días.

Arranco, que me de el aire en la cara. Tomo la autovía de Alcoy y a la altura de Castalla cojo el desvío hacia Villena y de ahí me dirijo hacia la N-330, pasando cerca de Almansa y por Ayora. El día es espectacular, por tierras alicantinas a estas alturas del año lo raro sería otra cosa. A la altura de Ayora el paisaje va cambiando; se pasa del tono marrón seco y agrietado por la falta de lluvias al verde de la sierra y los árboles de cultivo. El aire huele a abono químico, pero la vista es placentera.

Según avanzo la sierra se hace más escarpada, regalándome unos paisajes y unas vistas desde lo alto espectaculares, con una carretera en permanente zigzag. Es una zona muy poco conocida incluso para gente de la Comunidad Valenciana, y es una pena, no todo es playa y chiringuito. El único pero que le encuentro a esta tierra es la central nuclear de Cofrentes: ir embelesado con el paisaje de montaña y de repente encontrarme este mamotreto…buff.

10091612Prosigo y llego a Requena y Utiel, tierra de buenos vinos y de toros; precisamente en Requena están en fiestas y por el corte de las calles me acabo perdiendo. Nada grave, puesto que todas estas poblaciones son ciertamente pequeñas. A estas alturas de trayecto la moto va de lujo, si bien es cierto que este tipo de carreteras son su hábitat natural.

El invento de la mochila sobredepósito no está funcionando como me gustaría; las correas la sujetan bien, pero mi 1,83 para esta moto va justito: al ir en la parte delantera del asiento acabo chocando con ella  y me da la sensación de ir encajonado. Pues nada, aparte de que ahora tengo claro que cualquier bolsa en esta moto tiene que ir en la parte superior del falso depósito, pegada prácticamente al manillar y con la parte más estrecha mirando hacia el piloto, lo que hago es quitar correas y mochila y meterla directamente en el baúl, menos mal que había espacio. Ahora sí que voy mucho más cómodo y me puedo mover más libremente.

Paro a tomar un café en un bar cutre y sucio, ya ni recuerdo el nombre del pueblo, que son una hilera de casas pegadas a pie de carretera. Me atiende una mujer mayor, que con bastante desgana por interrumpirle la cháchara con las amigas, me cobra 1,40…joder!

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En este tramo de viaje, más interesantes los paisajes que los pueblos. Aquí, tras un poco barato café

Continúo ruta con el río Turia acompañándome permanentemente por el margen derecho. Es espectacular verlo así, tan rebosante de agua y completamente marrón, por el barro que arrastra. La zona de Ademuz es preciosa, con paredes de tierra y roca que se abalanzan sobre una serpenteante carretera.

Poco a poco amenaza tormenta, el cielo se pone negro por momentos e intento apurar un poco más, escapando de esta. Qué bien hice cambiando las gomas, pienso, si me coge la lluvia me tranquiliza saber que puedo confiar en un buen agarre. Paro a comer en un mesón de carretera; allá donde veas camiones parados buena señal, ahí se come barato y rico. No me detengo mucho tiempo, el cielo sigue amenazando y además tengo un alto en el camino antes de llegar a Huesca: Belchite.

Hasta aquí un placer, luego ya no lo fue tanto...

Hasta aquí un placer, luego ya no lo fue tanto…

Llego a tierras del Maestrazgo por la N-420, dejando atrás Teruel. Son extensiones enormes, con líneas montañosas que vistas a lo lejos realmente impresionan, por el curioso contraste con la llanura por la que viajo. A pie de carretera, todo se ve árido y desolado, sin una sola casa o signos de actividad. El cielo se me va a caer encima, lo que contribuye a crear una estampa apocalíptica. En medio de la nada, y de forma repentina, me cae encima la mundial: acompañado de viento racheado, comienza a granizar a lo bestia. Si no quería una taza de caldo, tomo dos. Llego a temer seriamente por mi integridad, por lo que apenas sin visibilidad y completamente calado (tonto de mí, con el sol que hacía pensé que no eran necesarios los forros impermeables de chaqueta y pantalón), veo una salida y me meto. Para mi desgracia, no hay ni un solo refugio, únicamente unos tubos colectores de hormigón puestos de mala manera pegados a un depósito de grano. Dejo la moto como buenamente puedo, entre unos matorrales, y me meto dentro de uno de los tubos. Menudo estreno….Al menos, intento mantener la cabeza fría y pensar que siendo aún las 3 de la tarde en algún momento tendrá que amainar.

Graniza sin piedad durante casi 1 hora más, hasta que al fin parece que va parando. Cojo la moto y empapado inicio de nuevo ruta buscando el pueblo más próximo. Los neumáticos, los Metzeler Tourance Next, han respondido de forma perfecta, ni un sólo amago de deslizamiento o patinazo.

Me cambio de ropa, aunque tengo que seguir con chaqueta y pantalón empapados. Al menos, la sensación de calidez e ir seco por dentro mejora el confort en marcha. Como ahora voy siguiendo más el mapa en papel (en su funda plástica, encima del falso depósito) que el Google Maps, me he perdido. No se cómo porras he acabado en Montoro de Mezquita; en fin, comienzo a entender la importancia de tener un buen navegador…

Sigo ruta y poco a poco el cielo clarea, es más, está comenzando a hacer un calor importante. Al rato, llegando ya a Belchite, no es que esté seco, es que me sobra todo, ¡cómo pega el sol en esta zona! Desde hace bastante tiempo lo único que se divisa hasta donde alcanza la vista es tierra yerma y grandes extensiones de cereales, ni gota de agua o árboles.

LLEGADA A BELCHITE

Llegué al pueblo a media tarde, como contaba antes con un sol de justicia. Aparco la moto en un polvoriento descamapdo y pago religiosamente la entrada para una visita guiada (6 euros), es la única forma que hay ahora de poder ver lo que quiero; dado el grado de deterioro y vandalismo que la zona tenía, se decidió por acotar el perímetro visitable. Todo en este sitio transmite la sensación de cansancio y abandono, aunque la guía, una vecina del pueblo, da el contrapunto con la calidez que transmite.

¿Y por qué este pueblo?

Porque para encontrar hechos sorprendentes a veces no hay que irse tan lejos, cerca de nosotros encontramos retazos de nuestra propia historia que si nos la contaran de otros lugares y otros países nos quedaríamos asombrados. Me voy directo a la wikipedia:

La Batalla de Belchite (1937)

La batalla de Belchite fue una batalla de la Guerra Civil Española que tuvo lugar en Belchite (Zaragoza) entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937 en el marco de la ofensiva del Ejército Popular sobre Zaragoza. La conquista de esta localidad movilizó un gran número de hombres y medios militares republicanos que habrían podido ser más útiles en el avance hacia la capital aragonesa, principal objetivo de la operación.

Contexto: Ofensiva sobre Zaragoza

Antecedentes: En julio de 1936, el bando sublevado tomó Belchite por la fuerza, destituyendo la Corporación del Ayuntamiento. 

Así pues, la pequeña y bien fortificada población de Belchite (con una población de 3.812 habitantes en 1935) venía siendo desde principios de 1937 uno de los principales objetivos de las tropas republicanas en el Frente de Aragón.

Después del fracasado intento de demorar el avance de los rebeldes en el Norte mediante el ataque a Brunete, el gobierno republicano presidido por Juan Negrín y con Indalecio Prieto como ministro de Defensa, decide llevar a cabo una nueva ofensiva en Aragón con el mismo objetivo que la anterior, esto es, ralentizar el avance de las fuerzas rebeldes en el frente del norte. No obstante, la decisión no solo tenía razones de orden militar, sino también político, ya que el gobierno central estaba preocupado por la influencia de los anarquistas de la CNT en el Consejo Regional de Defensa de Aragón (el cual funcionaba en la práctica como un gobierno independiente) y de las columnas de milicianos de CNT y POUM en el frente de Aragón.

Mapa del asalto republicano a Belchite en agosto-septiembre de 1937

Mapa del asalto republicano a Belchite en agosto-septiembre de 1937

El plan republicano era atacar simultáneamente por tres puntos fundamentales y cinco secundarios en dirección a Zaragoza en una franja central de 100 km entre Zuera y Belchite. El dividir las fuerzas atacantes entre siete puntos distintos tenía por objeto dificultar el contraataque franquista, así como ofrecer el menor blanco posible a los ataques aéreos.

Participan 80.000 hombres del recién formado Ejército del Este y las XI y XV Brigadas Internacionales; al mando de «Walter» (Karol Swierczewski), iba la 35ª División, que ahora incluía la XV Brigada Internacional (británicos, canadienses y americanos); tres escuadrillas de la aviación republicana con Polikarpov I-16 (moscas), Polikarpov I-15 (chatos) (unos 90 aviones en total) y 105 carros T-26 soviéticos.

En los dos primeros frentes (norte y centro) solo se logró ocupar terreno vacío. En el frente sur las poblaciones de Quinto, Mediana y Codo estaban escasamente guarnecidas y cayeron en poder del ejército republicano el 26 de agosto, aunque las tropas republicanas de la 11ª División (mandada por Enrique Líster) y de la 24ª División gastan algunos días más en reducir los núcleos de resistencia del ejército sublevado que van quedando atrás, deteniendo el avance hacia Fuentes de Ebro.

Combates en Belchite

Las tropas de la 45ª División Internacional, dirigidas por Emilio Kléber, llegaron a seis kilómetros de Zaragoza y amenazaron directamente la ciudad, pero no lograron lanzar un ataque contra ella. Mientras tanto, las Divisiones 11ª y 35ª se tuvieron que dedicar a eliminar un foco de resistencia en la localidad de Belchite, en torno a la cual se habían concentrado varios miles (entre 3.000 y 7.000 según las fuentes) de combatientes franquistas dirigidos por el comandante y alcalde de la población Alfonso Trallero.

Los primeros combates en torno a Belchite ocurrieron los días 24 y 25 de agosto. El día 26 la población quedó completamente cercada. Parapetados en fortificaciones de hierro y cemento y disponiendo de varios nidos de ametralladoras, los franquistas aprovecharon los edificios de Belchite para instalar su dispositivo cerrado de defensa, colocando sacos de arena como barricadas en las calles de la localidad, además de carros y escombros, todo ello para retardar el avance de las fuerzas republicanas que trataban de reducir la bolsa. Las tropas franquistas estaban bien pertrechadas para resistir un largo asedio, pero el Ejército republicano no podía permitirse perder tiempo y por eso decidió asaltar la ciudad. Se sucedieron duros combates callejeros en medio del intenso calor del verano aragonés. A los sitiados se les cortó el agua y la falta de comida y suministros médicos empezó a hacerse notar a medida que la intensidad de la lucha aumentaba.

El asalto final le fue encomendado a la XV Brigada Internacional. El 31 de agosto los brigadistas lograron llegar a la fábrica de aceite. Al día siguiente la aviación republicana atacó sistemáticamente el casco urbano; el 3 y el 4 de septiembre tuvieron lugar combates casa por casa en los que fueron cayendo los últimos reductos franquistas. En la madrugada del día 5 al 6 los últimos defensores que resistían en el ayuntamiento intentaron la huida a la desesperada. Unos trescientos consiguieron cruzar las líneas republicanas y de ellos unos ochenta llegaron a Zaragoza. El alcalde-comandante Trallero murió en los combates mientras manipulaba un mortero en la Plaza Nueva, así como otros vecinos de la localidad.

Las tropas franquistas lanzaron desde Zaragoza una contraofensiva el 30 de agosto para socorrer Belchite, pero fue detenida por la 45ª División de Kléber y no logró, por tanto, evitar que la localidad cayera en poder del Ejército Popular de la República.

Consecuencias

Ruinas del pueblo viejo.

La batalla de Belchite se saldó finalmente con la toma por los republicanos del pueblo, que quedó completamente devastado. Se estima que murieron 5.000 personas en 14 días (en el pueblo la estimación son 6.000 personas).

La operación produjo un retraso en la ofensiva de Zaragoza, que dio lugar a que los rebeldes pudieran reforzar sus posiciones y el frente quedara estabilizado. La división de Emilio Kléber no pudo lanzar por sí sola un ataque decisivo contra la capital aragonesa. Por tanto, no sólo no se consiguió la toma de Zaragoza, sino que además no se evitó la caída del frente Norte y la toma de ciudades como Bilbao por el ejercito franquista.

La batalla de Belchite tuvo su segundo episodio en 1938, dentro de la primera fase de la Batalla de Aragón, con la gran ofensiva final del ejército franquista que supuso el inicio del fin definitivo de la Guerra Civil. Después de la batalla de Teruel, el ejército franquista pasó a la ofensiva para conquistar el débil frente de Aragón, enlazar con el Mediterráneo y así dejar aislado el reducto republicano de Cataluña. El avance del potente y bien equipado cuerpo de ejército sublevado, reforzado por los cuerpos marroquíes y el CTV italiano, fue fulgurante, conquistando en un corto espacio de tiempo una enorme extensión de terreno.

Debido a la feroz defensa planteada en la primera batalla, la propaganda ideológica del bando sublevado adoptó Belchite como un símbolo por lo que su toma alcanzó un significado especial. La desproporción de las fuerzas fue tal, que en el transcurso de los días 9 a 11 de Marzo, las fuerzas republicanas fueron arrolladas, tomándose junto a Belchite, las poblaciones de Azuara, Almonacid y La Puebla de Albortón.

Este acontecimiento bélico marcó el inició del fin de muchos siglos de historia. La villa histórica de Belchite fue despoblándose paulatinamente debido a decisiones políticas y propagandísticas del bando vencedor. Terminada la guerra, el régimen de Francisco Franco decidió no reconstruir el pueblo sino crear uno nuevo al lado, hoy conocido como Belchite nuevo, utilizando prisioneros republicanos como mano de obra. Las ruinas del anterior se dejaron intactas como recuerdo de la Guerra Civil. El conjunto se conoce como Pueblo Viejo de Belchite.

Sus edificios, debido por una parte a los daños sufridos, pero principalmente al abandono, las inclemencias del tiempo y el paso de los años, permanecen todavía como testigo no tan mudo de un importante y extenso pasado.

Desde 2007 el Pueblo Viejo está vallado y solo se admiten las visitas guiadas.

En la ficción

La batalla de Belchite aparece en un capítulo de la novela El invierno del mundo de Ken Follett (2012).

También se ha utilizado como escenario para diferentes películas, entre ellas El laberinto del Fauno o Las aventuras del Barón Münchausen.

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Arco de la Villa

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Iglesia de San Martín, la principal del pueblo

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En esta foto y la anterior, Convento de San Agustín

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Durante las batallas el vecindario se escondió en las bodegas de las casas, utilizando a los niños pequeños como «mensajeros» entre unas y otras

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Si no fuera por lo tétrico del lugar, hasta resultaría cómica la estampa de los turistas paseando con paraguas (entregados por la guía) para evitar el sol

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Si te fijas en la torre campanario del Convento de San Agustín, verás incrustado un proyectil que no llegó a estallar…y ahí sigue

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La Plaza Vieja del pueblo

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La fosa común, con muertos de uno y otro bando, tristemente destrozada por grupos fascistas

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Cruz de los caídos, levantada posteriormente por prisioneros republicanos

Cruz de los caídos, levantada posteriormente por prisioneros republicanos

Cruz de los caídos, levantada posteriormente por prisioneros republicanos

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Ay Belchite…más conocida por Iker Jiménez que por tu triste historia

dsc_2173 dsc_2175belchite-1 dscf5318-copiarSigo la ruta, se ha hecho realmente muy tarde y voy a llegar a Huesca de noche, pero es que la parada merecía la pena.

Por otra parte, ya puedo extraer 3 conclusiones de la BMW G 650 GS : la primera que es un mechero, con una autonomía por encima de los 350 kilómetros y con repostajes siempre por debajo de los 15 euros. Ridículos, vamos. La segunda, que vibra bastante (como buena monocilíndrica) y el asiento que en principio se te hace confortable se te acaba haciendo duro (acierto total el cojín inflable, grandísimo invento!); la tercera: no es precisamente un portento en cuanto a protección aerodinámica. Si pasas de 1,70 y piensas usarla para viajes más o menos largos, cómprate una buena pantalla touring, no te arrepentirás. En mi caso, con 1,83 y cúpula alta, el aire me daba de pleno en el casco, y te aseguro que esto a más de 100 km/h llega a ser molesto, ya no sólo por los bandazos de cabeza y el molesto aire, también por el ruido que provoca.

Con la sensación de llevar los deberes hechos y haber cumplido el plan establecido prosigo hacia  el norte. Sigo viendo todo muy seco, hasta que me topo con el Ebro y todo cambia: supone un efímero vergel que hace emerger el verde a su paso, realmente la vista es preciosa y más cuando ves tanta agua después de muchos kilómetros de polvo, calor y cultivos de secano hasta donde se pierde la vista.

Llegando a Zaragoza el tráfico se hace más denso pero nada del otro mundo, se va bien. No es casual que  esta ciudad haya crecido al amparo de esta serpiente fluvial; parece la arteria de vida allá por donde pasa. Poco a poco, el sol va bajando y el día toca retirada. La estampa de la capital maña flanqueada por el río es realmente espectacular.

Una vez se pasa Zaragoza y abandonas el Ebro, retorna la aridez. Desconozco si es por estar más al norte o porque simplemente el sol ya había bajado pero la temperatura a estas alturas se nota más fresca, lo cual es de agradecer y hace la conducción un placer. Prosigo por la A-23 con poco tráfico y con las montañas que a lo lejos ya se empiezan a divisar.

Llego a Huesca ya de noche, por lo que si quiero ver algo de la ciudad con luz natural tocará madrugar mañana. Da la sensación de ser, aparte de bonita, una urbe no muy grande (luego consulté que, efectivamente, apenas llega a 53.000 habitantes). Lo que parecía iba a ser un plácido paseo hasta el hostal previamente reservado, acaba siendo un pequeño fastidio: se le acaba la batería al móvil (ir con el navegador puesto le «chupa» la batería a marchas forzadas) y de paso descubro una nueva función  de este: exceso de temperatura en la batería, sáquela inmediatamente del terminal (aunque fue necesario en diferentes momentos del viaje, no recomiendo llevar el navegador activo y móvil conectado a cargador simultáneamente).

Una vez cargado al mínimo, que al menos me permita llegar al hostal, me encuentro con que están de obras en algunas de las calles del centro, por lo que parece entrar en un bucle sin fin que me hace dar vueltas sin parar. Finalmente paro de una vez y preguntando acabo llegando hasta la calle de marras, también en obras. Como he accedido por el lado contrario al que debiera pero ya estoy cansado, me meto en dirección prohibida, por fortuna no pueden acceder los coches por estar totalmente levantada y con zanjas. Por fin. Entro y pregunto a un hombre de edad considerable que derrocha de todo menos simpatía; le pregunto por un lugar donde dejar la moto y se queda bastante sorprendido, como si fuera algo muy marciano que le pida meterla en el garaje, servicio que por cierto anuncian en su página web. La metemos en un pequeño cobertizo que a todas luces les sirve como almacén pero no desde luego para guardar vehículos; bueno, que cada uno se busque la vida, yo ya la he dejado a buen recaudo. Tranquilamente cojo todo el equipaje y lo meto en la habitación, que parece del Cuéntame; está claro que por 27 euros no se le pueden pedir peras al olmo. Una vez aseado y descansado, me da tiempo a admirar, aunque sea de noche, que esta ciudad tiene un casco histórico más que bonito, además de tener un ambiente espectacular.

dsc_2185-crop dsc_2191Ceno en una terraza y marcho a descansar y a preparar la jornada de mañana, que quiero ver un poco de esta ciudad y luego me espera un buen atracón de kilómetros (como anticipo te diré que bastantes más de los que yo creía).

Tras muchos kilómetros, el concepto de comodidad y confort va cambiando sustancialmente...

Tras muchos kilómetros, el concepto de comodidad y confort va cambiando sustancialmente…

Próximo post: A París en moto (IV): de Huesca a Domme

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